martes, 30 de noviembre de 2010

La Hermana Isabella

Capitulo 5



-Hermana, usted no me desagrada en absoluto.
Eché la cabeza ligeramente hacia atrás, por la impresión de sus palabras y lo miré
con el ceño fruncido.
-No entiendo, coronel…
ÉL anduvo unos pasos , bordeando el escritorio y se mantuvo erguido y petulante delante mio.
-Vaya a cambiarse de ropa, hermana. Y recuerde lo que hemos hablado ¿eh? Hable con mis hijas. Es muy importante que Victoria se sienta bien recibida en esta casa…a usted también le conviene hermana, ¿debo de recordarle que ella es la dueña de los terrenos donde esta la abadía?
Yo negué con la cabeza y giré sobre mis talones en dirección a la puerta.
Una risa ronca, hizo que se me erizara el bello de la nuca.
Salí de allí con pies en polvorosa.
Subí de nuevo a mi habitación y allí pude ver pulcramente estirado sobre la cama, el uniforme de criada que debia de haber dejado Jessica, lo cogí a regañadientes y rezé a nuestro señor antes de quitarme el habito y dejarlo colgado en una de las perchas del ropero.
No le iba a dar el gusto de ir con el pelo suelto. Me hice una moño apretado y sostuve con largas horquillas, la cofia de fina puntilla francesa.
Una vez vestida, la vanidad hizo mella en mi y quise mirarme en el espejo; pero lo pensé dos veces y cogí la puerta, la abrí y me dirigí hacia el salón, donde debían de estar ya las niñas desayunando; debia de hablar con ellas, más pronto que tarde y aquella era una odisea que no me planteaba como librar.
Cuando pasé el umbral de la puerta: Rosalie me miró dos veces antes de sonreírme con aprobación.
Luego le siguieron Renesmme, Alice, Bree y la pequeña Carlie que se hayaba en los brazos de su hermana mayor jugando con el pan de nueces
-Buenos días, niñas. Siento llegar tarde; pero he tenido… digamos algunos contratiempos.-les dije acomodándome en una de las sillas.
-Ta wapa, hemana..- me dijo Carlie muy sonriente.
-Gracias, Carlie, pero si hubiera sido por mi, llevaría mis hábitos, que son mi segunda piel, no esto…-dije cogiendo el blanco delantal con los dedos.
-Hermana…¿sabe que ella ha llegado esta mañana?.- preguntó Rosalie con la mirada puesta en el vaso de zumo que se estaba llenado.
-Si lo sé y vuestro padre me ha pedido que os comportais como se debe. A si es que si no quereis dejarme mal, eso es lo que teneis que hacer. Pensad que ahora yo formo parte de vuestra educación y me juego mucho en esto.
-Ella nos odia.- susurró Alice, haciendo un mohín de disgusto.
-¿De donde sacas, eso, Alice?.- pregunté divertida.
-Seguro que intenta meternos a todas en un internado.
-No lo creo. Vuestro padre, no lo consentiría, él os ama y nunca haría eso.
-No si está enamorado de ella. ¿Los hombres hacen cualquier cosa por amor, no hermana?.- preguntó Bree.
-Yo no soy la mas indicada para estas cosas, Bree. Pero es vuestro padre y estais ante que nada en este mundo.
Una voz hizo que todas nos volviéramos en dirección a la puerta.
-¿Tú, criadita, qué haces compartiendo la mesa con las señoritas de la casa? Edward ¿ Como puedes permitir esto?
Nos quedamos todas blancas. La mujer de una belleza apabullante , me miraba con desaprobación y una mueca de repulsión, se hizo clara en su rostro.
El coronel, la llevaba asida del brazo. Parecian un par de modelos de tarjetas postales. La mujer con un pelo de un raro color rojizo, ojos verdes y un rostro bellísimo. Y él… bueno el Coronel Cullen, eran un hombre atractivo. ¿atractivo? Bueno, yo no tenia valoración en este sentido; pero así me lo parecía.
Un gesto de disgusto apareció en la cara del hombre y soltó la mano de la mujer en un acto que no supe comprender
- Ella no es del servicio, Victoria, Viene del convento de La Adoracion de Jesús, se encanrga de las niñas.
-Vaya… una monja.
-No, no es monja, es novicia.- saltó Rosalie, sonriente mirando a la mujer.- Se levantó con andar elegante y le dio dos besos en ambos lados de la cara, su padre la miró con severidad .
Despues de Rosalie, le siguieron Reneesmme, Alice, Bree y la pequeña Carlie, que llegó hasta su padre, alzando sus brazos para que la cogiera.
-Hola zeñorita Vitoria.
La mujer la sonrió,valorándola, de arriba abajo. Y seguidamente Carlie, pegó la boca al oído de su padre y le susurró algo que hizo que el Coronel emitiera estruendosas carcajadas.
-Llevas toda la razón ,Carlie, paro alguien se me adelantó.
La niña volvió a hablarle a su padre al oído, emitiendo,por segunda vez el Coronel una risotada, que hizo que sus hijas estiraran sus labios en una hermosa sonrisa.
-Sí nenita.
Carlie, que miraba a su padre con ojos chispeantes , le preguntó sin esconderse.
- No pede cher tan difisil, papá…
-Ya está bien, Carlie, ahora a seguir desayunando.- La soltó en el suelo y la pequeña volvió a las faldas de su hermana.
La pareja se sentó uno a en cada punta de la mesa y esta se fundió en un silecio absoluto. Las niñas me miraban tensas y yo tragaba ante el miedo de que cualquiera de ella soltara cualquier improperio a la señora.
En una ocasión, mis ojos se encontraron con los del Coronel Cullen y sentí como se arremolianaban los colores en mi rostro. Me había mirado de una manera intensa…nunca nadie me había mirado así y comencé a ponerme más nerviosa de lo debido.
Uno de los empleados de la casa, entró para mandar a las niñas a su sala de estudio; los profesores ya habían llegado y debían de estar en sus puestos.
Aún me preguntaba que hacia yo allí. Se supone que era una pareja de enamorada asi que..
- Com permiso yo..
-Sí hermana, puede marcharse..- dijo la mujer sin mirarme.
-No.
La voz del coronel hizo de tragara saliva y volví los ojos hacia él.
-Cuentenos cosas de usted, Isabella.
-¿Isabella? ¿La llamas por su nombre, Edward?Vaya…
-Como bien ha dicho mi hija Rosalie, todavía no es monja, así que la puedo llamar perfectamente por su nombre de pila. ¿ Desde cuando tiene la vocación de servir a Dios?
-La verdad Coronel, ni me acuerdo. Mis padres me abandonaron cuando yo aún era muy pequeña, así que me crié con las monjas, nunca me he planteado otra cosa, he crecido con eso.
-¿Nunca ha tenido duda de su vocación, hermana?.- pregunté Victoria ,esparciéndose mantequilla en una tostada de pan blanco.
-Nunca he tenido dudas al respecto, señora, quiero ser la esposa de Dios, ese es mi único ahelo de la vida.
-Es una pena, que una chica tan monina como tú, no haya tenido pretendientes. ¿No has conocido a otros hombres aparte del coronel?.- la pregunta envenenada de la señora Victoria hizo que recordara al jardinero del convento y me dio por reir.
-¿Se puede saber de que se rie Isabella?.- gruñó el coronel Cullen con la mandibula apretada.
-Si, por supuesto, he dado clases en un poblado cerca de la abadia y allí había muchos de ellos. Aparte en el convento teníamos a un jardinero y no, nunca he visto a nadie con los ojos de enamorada. A Ben lo veía como una padre o un hermano.
- Se puede retirar, Isabella.- ordenó Edward con una voz que hacia pensar que tenia un humor de perros.
-Con permiso.- Me levanté y dí una gran zancada sin tan siquiera acordarme de la falda que llevaba puesta. La costura llegó hasta donde la espalda pierde su nombre y un grito de terror salió de mis labios.
Antes de que me diera cuante, unos brazos asieron mi cintura y pusieron algo encima de ella. Era un chaquera, al mirar hacia atrás, pude ver la mirada inquietante del coronel. La sangre volvió a mi rostro y salí huyendo de la sala.
Continuará…

1 comentario:

  1. holaaa que buenn capii...que le habra dichoo Carliee a su papaa añl oidoo algo respectoo a bellaaa mmm. me dejaste pensandoo...yy buenoo pobree bella siempre le pasa algoo jaajaj...lass niñass me caenn bienn...me encanto el capiii!!!! nos leemos en el que siguee...besossss"!""""

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