viernes, 28 de enero de 2011

Son Flores Para Bella

SON FLORES PARA BELLA
CAPITULO 12




Llegó a casa a la once en punto.
Tenia que reponerse; tranquilizarse.
Habia sido todo muy sorprendente.
No tuvo la necesidad de meter el llavín en la cerradura. Su madre alarmada, tal vez por la tardanza, la espereraba bajo el pequeño porche.
-Bella…temí que te ocurriera algo. No has dado la clase a Edward.
-¿Ha…ha venido?
-No…pero….
Besó a su madre.
-Tienes los labios frios, Bella.
Los tendría frios; pero ella los sentía calientes. Hirviendo. Como si aún estuviera besando a Edward.
-Mira las flores.
¿Nuevas?
Sí. Nuevas.
Las otras estaba en los búcaros, ya algo marchitas.
Aquellas eran blancas.
Blancas como la nieve.
¿Pero sabia él si existía tal pureza?
-Supongo que te la enviará Mike.
¡Mike!
¿Quién se acordaba de Mike?.
Mudamente, buscó la tarjeta entre los pétalos húmedos. La metió hasta el puño,si dentro de la palma y la apretó.
No era capaz de leerla delante de su madre y mentirle otra vez.
Estaba segura que su madre nunca le mintió a ella. Claro que su madre, seguro no se vió en las mismas circunstancias.
-¿Son de Mike, Bella?
-Claro, supongo…
-Vienes como encogida.
Lo estaba.
-Me duele la cabeza, he trabajado mucho.
-¿Cómo no vendría Edward? Estuve merendando con su madre…y le ví salir a las nueve menos algo.
-Se entrentendría.
-Si, seguro. Estos jóvenes medio hombres, medio niños.
Hombres.
Hombres completos.
Nada de niños.
Por eso estaba así; odiaba tener que admitirlo.
Hombres de pies a cabeza.
Apretó el sobrecito en la palma y mecánicamente se fue quitando el abrigo.
-Me voy a tumbar un poco en mi cama, mamá. No me des comida.
-Pero…
Mintió.
Una vez más; que importaba.
-He comido algo en una cafetería.
-Eso es lo malo. Ya te lo tengo dicho. Cmeis un poco y luego resulta que se os va el apetito.
Bella se fue a su cuarto sin responder. Cerró tras de sí y paso a paso; como si tuviese miedo de llegar, se sentó en el borde del lecho.
Entonces, si. Entonces abrió el sobre. Rompió la nema con una uña y sacó una tarjeta.
Una letra vigorosa y firme, de Edward.
Una letra de hombre.
Como sus besos…
Suspiró y cerró fuertemente los ojos; acercando la nota a sus labios. Rojos de excitación.
Miró la nota; ciega de deseo y comenzó a leer lentamente. Recreandose en sus palabras; como si de verdad le estuviese hablando al oído en un susurro apenas audible…solamente para ella.
“ Bella, mis flores son el mensaje de mi ternura. Perdonáme. Tuvo que ser así. No es en vano. No es un juego. Es la pura realidad. Si no quieres mañana no hablo contigo de ello, pero no me prives de verte. Sigamos con nuestras clases, pero…piensa que no amas a tu novio. Que si tú no puedes amarlo porque no eres mezquina, porque eres sensible, porque eres tú y estas llena de valores. Te veré mañana. Edward”

La leyó tres veces, después otras tres.
Y enseguida como si lo presintiera, sonó el teléfono.
Su mano tembló antes de coger el auricular.
Pero lo tomó al fin.
Tenía que hacerlo.
No podía huir de aquella realidad .Pero le diría…le diría…
No sabía lo que iba a decirle. Estaba aturdida. Loca. Desequilibrada…por él…
Sus dedos temblorosos, asieron el receptor, pero no se sintió con fuerzas para levantarlo.
Aquello era demasiado hermosos.
Miró al frente. Tal parecía que buscaba una respuesta en las sombras. Una respuesta a su intima y indescriptible inquietud.
Jamás en ningún momento de su vida, sintió ella aquella clase de inquietudes. Pero es que todo era distinto. Como si su vida evolucionara, ser renovara y, a la vez, se descompusiera su siempre inalterable armonía.
El teléfono seguía sonando y los dedos femeninos, aquellos dedos expresivos, largos delgados, casi transparentes por su delicadeza, se crisparon en el auricular.
Pero alfin lo levantaba.
-Diga….
Sabia que era él.
No consideraba a Mike tan desprendido como para llamarla desde Paris y en cuanto a que hubiera regresado, era imposible.
Un silencio.
Oía una respiración, pero la voz no sonaba.
-Diga…
-Te hice una pregunta allí en lo alto de la colina.- la voz ronca de hombre de Edward.- Y no has contestado a ella.
-Son bonitas…tus flores.
-Reflejan tu… pureza. ¿O es que…no existe?
Recordó la pregunta “¿Puedes dejarlo?”
-Bella….
No quería que le volviese a preguntar lo mismo.
Cerró los ojos. Los parpados parecían palpitar. Así , asi de sensible era su propia sensibilidad.
-Bella…
-Te…escucho…
-Pareces alelada…tonta…o muda.
-Me gustaría descansar.
-Marginar lo que te inquieta ¿No es eso Bella? Yo me pregunto si eso no significa demasiada comodidad o demasiada cobardía.
-Por favor…
-¿Ves?
-Edward.
-Dime, Bella, dime. Despues te colgaré y te dejaré tranquila.Pero hay algo que me roe, que me desquicia. Algo que me duele como miles de bofetatadas juntas dadas o recibidas en plena cara y ante todos los habitantes del planeta.
Era lo que no podia contestar.
Y no porque tuviera miedo a su respuesta. Es que era tan intima su vida. Tan intimo su dolor. Tan intima su tremenda incertidumbre…
Durante todos aquellos años de relaciones, sintió en sí muchas inquietudes. De distina índole. Diferentes incluso, unas con otras. Pero la presente, la que sentía en aquellos instantes, era en si; diferente a todas las demás.
Por eso huía de su definición.
Era la primera vez en toda su vida que enfrentarse a la verdad, le causaba verdadero pavor.
-Bella…
No constestó en seguida.
Había ido deslizándose en el lecho y parecía una cosita uniforme. Encogida, con las dos manos sujetando el auricular, pegado a su oído.
-Bella no eres valiente.
Claro que no le era.
Nunca trató de mentirse a si misma al respecto, ni de engañar o mentir a los demás, incluyendo a Edward. No podia ser valiente, porque el problema, lo quisiera o no…era ardúo y tenia que ver con él y con ella misma.
-Contesta una sola palabra. Si o no. A veces la verdad es esplendía o dolorosa. Según los ojos con que una mira. Pero lo que no es doloroso ni esplendido, por mucho que queramos disfrazarlo, es ocultar la definicon de ambas cosas ante uno mismo.
-Edward.- sonaba estremecida la voz de Bella.- No puedo hablar de…eso.
-¿Lo ves ¿ ¿Huyes? ¿De que sirve? ¿A dónde te llevará la ocultación a ti misma de unos sentimientos de los cuales depende la felicidad de toda tu vida?
-Te digo…
-Constesta. Si o no.- cortaba Edward con cierta e inesperada brusquedad.- Tambien no puedes contestar nada. Pero eso, repito, es una cobardía. Dime. ¿Puedes o no puedes dejar a tu novio?
Oscilaron los senos femeninos; Bella se mordió el labio.
Tenia un bello semblante de una ansiedad extraña para ella. Los labios que Edward, habia besado tanto y tan hondamente, tenían como un combulso temblor.
-Bella…sé valiente.
No lo era. Siempre pensó que lo era. Pero en aquel momento, tal vez transcendental en su vida, se sentía pequeñita, emnguada, como si fuera una cosa, en vez de una mujer de veintitrés años, con una experiencia de cinco años de noviazgo.
-Cierto que no estas obligada a darme una respuesta.
-¿Es curiosidad?.- pudo preguntar balbuceante.
Edward lanzó un bufido entre los dientes.
Despues casi gritó.
-¿Me crees a mi capaz de dejarme dominar por una malsana curiosidad?
-Pues…
-Nunca he sido curioso. Vivo mi vida. Al margen de otras muchas vidas que no me necesitan y metido de lleno en otras cosas, que de un modo u otro dependen de mi. Me has confundido, Bella. Ni soy tan niño, ni soy tan hombre. Me quedo con el término medio muy humano , muy lógico y muy natural, dada mi condición masculina. Pero todo lo nulo que sea y todo lo hombre que tú me consideres y yo me sienta, pertenece a unos sentimientos muy concretos en cuanto a ti.
Era lo que no quería oir….¿o si?
-Bella por el amor de Dios…responde. ¿Puedes o no puedes? Si no puedes…no te voy a condenar. Despues de cinco años de relaciones amando a un hombre…es humano que no puedas dejarlo con la libertad que se deja a un amigo, con quien se mantuvieron relaciones durante meses…Di por favor…dilo.
-Puedo.
-Estate alerta en la ventana de tu dormitorio, enseguida estoy allí…
Colgó.
Se quedó tan sorprendida que su visión quedó perdida en un punto de la habitación; durante un buen rato.


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Edward bajó en silencio.
Esme se habia ido a descansar y por nada del mundo él quería alarmarla.
Pensó en coger el volvo; pero deshechó rápidamente aquellos pensamientos.
Mejor caminando…corriendo….
Cuando se apostó delante del ventanal de la habitación de ella, cogió una pequeña piedrecita y fue certero en el blanco.
Esperó unos segundos….minutos..y Bella daba signos de vida.
Bajó la cabeza y caminó con paso tremulo de nuevo a su casa.
-¡Shh….Edward!.- la voz era casi un murmullo; pero era perfectamente audible en el silencio de la noche.
Irguió la cabeza…y allí estaba ella…su Bella.
Le ofreció una sonrisa radiante y se apostó en las tuberías del gas con una maestria tal; que hasta él mismo se asombró.
Saltó hacia el santuario de su diosa y la miró con cautela.
Ella se retorcía las manos nerviosa. Todavía llevaba la misma ropa que cuando la habia dejado en la calle .
-Necesitaba verte …decirte algo..- comenzó a decir él, acercándose a ella.
-Edward.- Ella levantó la vista y notó como le subia la fiebre de golpe.
Aquella visión de Edward era totalemente nueva para ella; la acobardaba. Se veía tan alto, tan majestuoso..tan hombre.
-¿Sabes las veces que he soñado tenerte en mis brazos?.- dijo él muy bajito. Pegando su pecho al de ella.
Ella negó con la cabeza aturdida. Le era imposible, mirarle a los ojos.
-Déjame que pruebe una cosa ¿me dejas?
Ella asintió sin mirarlo.
Edward levantó su rostro y pegó su boca a la de Bella
Bella dejó escapar un gemido mientras la besaba. Aquel hombre invalidaba cada uno de sus sentidos.
Bella posicionó una mano en la nuca de él y acarició la piel suave de él antes de seguir hacia arriba para enterrar los dedos en los cobrizos mechones de su cabello.
Ambos se sintieron como en casa ;la fuerza de sus cuerpos los envolvía por completo.
Bella sintió el deseo que despertaba en él cuando notó la dureza de su erección sobre el vientre, lo que avivó su propio deseo y la necesidad de sentir sus caricias. La desesperación por tenerlo en su interior era tal que se sentía abrumada.
Edward la cogió en brazos, aguantando su peso mientras profundizaba mas aún en su boca.
Sin esfuerzo aparente le colocó sus fuertes manos en el trasero para apretarla contra sus caderas, de forma que la evidencia de su deseo presionara justo en la pelvis, Bella dejó escapar un gemido y se miraron ambos.
-Voy a hacerte el amor…Bella, necesito que compartas tu pureza, conmigo.- Dijo él posicionándola sobre la cama.
Sus dedos como sutiles caricias, comenzaron a desnudar a la chica, sin dejar de perder su mirada de los ojos de ella.
Edward habia soñado miles de veces con ver a Bella desnuda; pero la visión real fue mucho mas certera y machacante para su cuerpo. Irradiaba deseo por todos los poros de su cuerpo.
-Eres sorprendente…Bella.
Bella era incapaz de enhebrar un solo pensamiento coherente con esas manos grandes y nervudas sobre su cuerpo desnudo.
Edward inclinó la cabeza hasta su cuello y sus labios la abrasaron. La mordisqueó con suavidad.
Perdió el hilo de sus pensamientos.
Lo deseaba a tanto…lo deseaba a él; a Edward.
Edward sonrió al despegar los labios, al percatarse del deseo que invadía los oscuros ojos de la castaña.
Iba a hacerla suya…a partir de ese momento y para siempre…

1 comentario:

  1. holaaaaaa ahh quee capiiii....siiiiiiiii oir finnn bella se valientee jeee... y este edwardd esta como loquitoo con bellaaa me encantaaa y las cosas que le diceee es divinooo ahhhhh quedooo en la mejorr parteeee...jee!!! esyo ansiosaa por leer el proximo quiero saber como sigueeeee...besossss enormes!!!!

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